Identidad: Circunstancia de ser una persona o cosa en concreto y no otra, determinada por un conjunto de rasgos o características que la diferencian de otras.

Para nosotros esa “circunstancia” se llama Olla Ferroviaria, es lo que más define nuestra identidad, ese arraigo a la cocina tradicional que intentamos rescatar cada día al calor del carbón como hacían nuestros antepasados desde finales del siglo XIX
Este utensilio era el medio que tenían los ferroviarios de la línea FEVE (Ferrocarril Español de Vía Estrecha), que discurría desde La Robla hasta Bilbao, para poder comer “caliente” empleando lo que tenían a su alcance, es decir, el propio carbón que generaba el vapor que hacía mover el tren. El primer dato que encontramos de la Olla Ferroviaria es de 1898, siendo empleada por los ferroviarios hasta 1972, año en que la empresa que lo gestionaba entró en quiebra y pasó la línea ferroviaria a ser gestionada por la empresa pública FEVE. La línea a partir de ese momento no sólo no mejoró, sino que empeoró sustancialmente, desapareciendo el servicio de transporte de pasajeros en 1991, desde entonces es de uso exclusivo para transporte de mercancías.
Desde entonces el uso que se le da a la Olla es meramente testimonial, ocupando muchas estanterías como si de un ancestral recuerdo se tratara y siendo su uso culinario únicamente destinado a exhibiciones y concursos en las fiestas patronales de las localidades por las que una vez discurrió aquel tren lleno de pasajeros.
Aquellos viajes hoy nos parecerían eternos, pero al igual que aquellas locomotoras precisaban de muchas horas para llevar a sus pasajeros a sus destinos, ese tiempo era aprovechado para guisar a fuego muy lento aquellas patatas con carne que alimentaban a la tripulación. Acostumbrados como estamos hoy a las líneas de alta velocidad, o aplicado a la forma en que ahora cocinamos nos podríamos referir a las ollas “express”, nuestro afán es el de rescatar aquella forma de cocinar en la que el tiempo no tenía, o no se le daba, la importancia que le damos hoy.
Cierto es también que el recetario de aquellos ferroviarios no iba más allá de cocer unas patatas con un puñado de hortalizas y, en el mejor de los casos, algo de carne del ganado de aquella zona.
Una vez decidido que vamos a rescatar del olvido aquella tradicional manera de cocinar, sólo nos queda unir nuestra Olla Ferroviaria al resto del extenso recetario de guisos que abundan en todas las zonas del país, convirtiendo nuestro salón en un “museo” de tradición, de cuchara, de legumbres y patatas, de matanza y hortalizas. Evocando en todo aquel que se sienta en nuestra única mesa, una cascada de innumerables recuerdos de la cocina de nuestras amadas madres y abuelas, del olor a carbón y el sonido del chup-chup de una cocina sin prisas, sin pretensiones, sólo sabor y recuerdo.